
Impresentable, por decir lo menos, son los resultados sobre las cuentas de telefonía celular del Congreso, pagadas con recursos de todos, a raíz de la investigación que efectuó un medio radial invocando la ley de transparencia. Esta investigación involucró tanto al senado como a la Cámara de Diputados, respondiendo ésta última con sorprendentes datos. Más impresentable aún resulta la respuesta del Senado cuando inquirido por la misma información se niega en principio a darla, aduciendo que la realización de la tarea encargada desviaría a los funcionarios del cumplimiento regular de sus labores habituales ¿Cómo es posible que un diputado cargue a dineros públicos una cantidad mucho mayor de celulares que el número de asesores que para él trabaja (y para los cuales se supone son estas líneas)?
El caso de Codelco no se queda atrás. Al menos sospechoso resultan las voces airadas que se levantaron en contra del Contralor de la República, ante las indagaciones que éste ha comenzado a hacer sobre pagos millonarios por indemnizaciones, contratos con empresas donde están involucrados familiares de altos ejecutivos de la cuprífera y licitaciones “a dedo”. Lo curioso es que las voces que reclaman no sólo provienen desde Codelco, sino también desde algunos políticos ¿De dónde nace ese temor a pedir transparencia y probidad a una institución como Codelco?

¿Es sincera la preocupación de nuestros políticos por el desencanto del país hacia su actividad? ¿Cómo podría ser sincera si su trabajo está tapizado de desprolijidad? Además y particularmente, parecieran todos ser alérgicos a la transparencia y a la realidad. El desapego a la realidad no sólo se manifiesta en un discurso presidencia que no toma en cuenta las cifras objetivas del demacrado desempeño económico, también se manifiesta en la demencia a la Einstein (hacer lo mismo pretendiendo obtener resultados distintos).
Ciertamente algo huele mal en Chile, y lo peor es cuando quizá los causantes se preguntan, y nos preguntan, quién habrá sido (y sepamos la respuesta cuando nos visite el fantasma de una sana democracia).