Cuando el gobierno y los políticos son presionados por las encuestas a tomar acciones contra la delincuencia, en muchos aspectos se parece a Salem reclamando actos contra el demonio.
Frankenstein (ficción) y Salem (histórico) son ejemplos que reflejan cómo actuando, irreflexivamente, las personas optan por incendiar (literalmente) aquello que no entienden o a lo que temen, una solución por demás directa que manda el facilismo. La novela de Shelley muestra además cómo la reacción de un pueblo genera un profundo odio hacia la humanidad por parte del gótico Prometeo, un ser que quien lo veía pensaba que era intrínsecamente perverso. Este hecho ilustra además cómo esta conducta, hasta hoy, puede desencadenar en variantes más menos sutiles que representan un atentado a las libertades individuales: nuestro control preventivo de identidad.
Una antigua fábula griega cuenta que un humano le pregunta a un dios por qué por castigar a unos pocos injustos los dioses arrasan con todo un pueblo, y la respuesta del dios fue con una pregunta: “si tienes hormigas en un pie y una te pica, ¿a cuántas matas de un manotazo?” La respuesta es clara, el costo de equivocarse es nulo cuando se tiene todo el poder.
